CONTROL DE LA IRA O 
CONTROL DE IMPULSOS. 

Como todas las emociones, la ira ha cumplido una función muy importante en la preservación de la vida para el ser humano. La ira es una de las formas en las que se puede canalizar el miedo y su propósito es preparar el cuerpo para la lucha. 

Cuando se genera la ira, se producen varios cambios fisiológicos, se activan neurotransmisores que activan el sistema simpático y provocan aceleración cardíaca y respiratoria, tensión muscular, dilatación de pupilas, palidez o enrojecimiento, se inhiben funciones como ser, digestivas y de mantención del cuerpo. Todas estas manifestaciones, de mantenerse, provocan un deterioro de nuestro organismo. Por otro lado la activación de la ira provoca problemas en nuestro entorno, en nuestras relaciones con los demás.

Por todas esas razones, debemos en lo posible evitar generar la ira, ya sea que la expresemos o que la reprimamos.  

Si examinamos las razones que pueden generarla, a menudo nos encontramos que reaccionamos a estímulos que no debieran producirnos más que un leve malestar y que no nos produce ningún efecto positivo.